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Constantemente escuchamos y leemos acerca de la toxicidad de algo. Al parecer, vivimos en una sociedad tóxica, envenenados por el aire que respiramos, los alimentos que ingerimos, las relaciones que mantenemos. Tomamos conciencia de esos peligros e intentamos remediarlos . Debiéramos hacer  lo mismo a nivel mental; porque sí, también dentro de nuestra cabeza hay creencias tóxicas, que nos envenenan y sus efectos son fatales para nuestra persona y nuestra vida,  nos conducen a la amargura. Algunas de estas creencias tóxicas son:

-“Si pasara tal cosa, sería feliz”. Nos pasamos la vida creyendo que cuando tengamos esto o aquello, viajemos, adelgacemos o nos emparejemos seremos dichosos para siempre y viviremos tranquilos. No existe ese momento. Ciertamente, si detestamos nuestro trabajo, jubilarnos puede ser liberador. Pero nuevos problemas vendrán a descuadrar esa endeble serenidad y más si creemos que el ideal de vida pasa por no tener problemas o aflicciones.

-“Todos son más afortunados que yo”. En las odiosas comparaciones con los demás, el rango de rasgos a envidiar y ambicionar es prácticamente infinita, pero la síntesis siempre guarda relación con sentirnos más desgraciados que los demás, con problemas peores, enfermedades más graves y decididamente menor fortuna. Desdeñamos nuestra suerte, nuestros dones y talentos, y nos sentimos marcados por un destino que en nada nos favorece; o sea nos instilamos puro veneno.

-“No puedo entender cómo la gente no reconoce  mi valor”…Siento que no me aprecian como corresponde, y que no me aplauden o reconocen lo suficiente. Con frecuencia, esto es así, es cierto, pero más cierto es  que esperar gratitud es una aspiración poco realista. Es muy bonito contar con el reconocimiento por nuestro trabajo, pero no es bueno tenerlo muy presente en nuestras aspiraciones.

-“Si de verdad me quisiera, comería pan y cebolla”, o lo que es lo mismo, creer que otra persona debe amarnos de una determinada manera para validar su amor. No digo que quien me daña y me ofende me quiera a su manera. Digo que es mi responsabilidad saber como sentirme querida de verdad. Tan falso es auto justificar que nos traten mal como creer en los cuentos de hadas.

-“Me merezco más de la vida”. Creer en la correspondencia vital a los méritos de uno es un error de base. Por más o por menos, es difícil tener lo que se merece. Y creer que la vida será mejor si nos brinda más experiencias, más dinero, más éxitos es una quimera. No hay nada detrás del más, en este sentido. Por supuesto que hay miles de millones de personas que necesitarían más, pero el manantial de amargura al que nos sometemos los que vivimos en este lado del mundo es superficial e insaciable. De hecho, creo que a veces, necesitamos menos.

-“Debo conformarme con lo que tengo y aceptar la vida tal cual es”. Pues no, no siempre, depende…Es verdad que el budismo y la filosofía de la aceptación encaja muy bien en esta sociedad, y encierra gran sabiduría. También es tentador pensar que nada se puede hacer y que así está bien. Sin embargo, debemos saber distinguir: hay cosas por las que merece la pena esforzarse e intentar cambiarlas y luchar nos deja, aún cuando no consigamos nada, con una más que saludable satisfacción interior.