Ser positivo no es una alternativa, es laalternativa a todo lo que nos sucede. Es una palabra vilipendiada, ridiculizada, comercializada y mal usada hasta el absurdo.
Ser positivo significa aceptar que el no sufrimiento en la vida no es posible, y ni siquiera es deseable.
Ser positivo implica asumir que tener sentido del humor es una de las mayores fortalezas que se puede desarrollar.
Ser positivo conlleva ver el lado bueno de las cosas, no en no ver el malo. El malo se ve pero si se no se puede hacer nada con respecto a él, se soslaya.
Ser positivo es no quedarse en lo negativo, en lo carente, en lo oscuro, en el miedo o en el desánimo. Aceptar todas las emociones, vivirlas como aprendizaje y muchas de ellas como estaciones de tránsito express.
Ser positivo es adoptar una actitud activa, un ir hacia adelante, avanzar. Ser positivo es ser constructivo.
Ser positivo implica asumir que albergamos creencias tóxicas que debemos manejar:
¿Sabes qué no es nada positivo? Decir «todo saldrá bien» por sistema, creer en los gurús de la autoayuda y otras especies cuando te prometen que conseguirás el universo entero sólo con desearlo, y que te curarás si pones tu mente «en positivo». Chorradas que desvirtúan el verdadero concepto de ser positivo.
Ser positivo no garantiza que las cosas irán bien, ni que encuentres el amor o el dinero llegue a tu puerta. Pero es que la persona realmente positiva tampoco espera chascar los dedos, decirse frases bonitas y que la vida salga a pedir de boca.
Una persona positiva encara la adversidad y la realidad de la vida, con la mejor actitud posible. Sí, con humor, sí hurgando dentro de uno para sacar un átomo de alegría, con amor por los demás, con pasión por la vida. Por la vida, tal cual es. Tal cual es. Con sus luces y sombras, sin necesitar estar todo el tiempo disfrutando mucho o siendo feliz o sano o realizado o logrado todo el tiempo. Y esta actitud es, en sí misma, lo único que quiere la persona positiva.
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